Primer día de clases y te sientes como que no perteneces a ningún lado. La gente de la escuela no ve a la gente nueva como sus amigos, aunque ellos los consideren más que eso. Se formaron los grupos cada bolita en su lugar de costumbre y tú, sin un gramo de confianza, yendo de grupo en grupo. En los salones, como siempre, tú contestando preguntas, haciendo reír a la gente, escuchando a la gente decir que te extrañaba, y nada de eso te ayuda con el hueco que sientes dentro de ti. Nada lo llena. Acaba la escuela y es hora de subirse a la camioneta, de cruzar la carretera, de dejar a todos y que te dejen en la esquina. Llegar a tu casa, tocar la puerta, la abren, vas a la sala, te sientas en la sala de tele, te sirven un salmón con arroz y ensalada que no te sabe a nada: estas solo. Nadie se sienta junto a ti, nadie come contigo, nadie te pregunta como te fue. Subes a tu cuarto, empiezas tarea, la acabas, abres un libro y no tienes ganas de leer, lo cierras y ves series de televisión malas que te robas de internet. Entras a Facebook, ni una notificación, ni una invitación para ser amigos, ni siquiera un like en la foto que escogiste como de perfil no porque te haya gustado a ti, si no porque piensas que le gustaría a los demás, no es cierto. Son las 10 y tienes sueño porque te despertaste a las 5 de la mañana y bajas por la carpeta que dejaste en la cocina y te encuentras a tu mamá enojada, le preguntas que pasa y te dice que tiene un problema muy grande y que lo tiene por tratar de ayudarte; lo que te faltaba, sientes que lo único que te hace sentir bien cuando tienes problemas te acaba de agregar uno más. Lloras, hablas, escribes, no sirve de nada, te sientes igual. Esperabas que sacando lo que sientes todo se iba a mejorar y, de nuevo, no es cierto. Sientes que te vas y que nadie te extraña, piensas en irte pero te arrepientes, no es la manera. Piensas, que pendejadas sientes y te vas a dormir.
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